Pocas personas mejor que una abuela suele haber para explicar la vida. Esta máxima se cumple también en Islandia a tenor del libro que publicó John Carlin, Crónicas de Islandia, escritas entre 2006 y 2012, cuando a diferencia de en Euskal Herria aún era legal matar vascos. Lo fue hasta 2015, nueve años después de que Islandia fuera declarado el país “más feliz del mundo”, siete años después de ser el primero en quebrar en la crisis de 2008 y ser pionero en salir del abismo. Se recuperó en buena medida de la mano de las mujeres, como explica en el libro Katrín Jakobsdóttir, ministra de Educación, Ciencia y Cultura en el momento de la entrevista y que fue madre de tres niños entre los 26 y 32 años. Las anécdotas construyen los países y la descendencia en Islandia tiene muchas, como narra la abuela con la que Carlin conversa en 2006. “Los vikingos se iban a otros países, y las mujeres eran las que mandaban y tenían hijos con los esclavos”, le explicó una actitud que poco tenía que ver con la Penélope que esperaba fiel a su amor en Ítaca. Las bodas y los divorcios se suceden hoy en Islandia con naturalidad. Todos van a los cumpleaños de todos: todos son familia. Pero, ¿y si Ulises volvía a casa? No había problema, remata la abuela: “Aceptaba a esos hijos con un espíritu de cuantos más, mejor”.