Transcurrida una semana desde que Pedro Sánchez, tras cinco días de retiro en los que vació su agenda pública para reflexionar, anunciase que continuaba al frente del Gobierno español, la sensación de desconcierto y cierto estupor tanto entre la ciudadanía como en los partidos políticos y otras organizaciones sociales va creciendo en la misma medida que el escepticismo respecto a las verdaderas razones de su decisión. Tras su periodo de reflexión y su posterior anuncio, es razonable entender que Sánchez retomara su agenda con energías renovadas. Desde entonces, sin embargo, su actividad se ha limitado a presidir –el martes– el habitual Consejo de Ministros, a acudir el 1 de mayo a la Feria de Abril de Barcelona, donde se dio un baño de masas, a escribir una nueva carta, esta vez a la militancia socialista, y, finalmente, a participar en la campaña electoral catalana a favor del candidato del PSC, Salvador Illa, además de conceder entrevistas a la televisión pública y a medios afines. Nada en la nueva agenda del presidente español implica ni remotamente el ahondamiento en el compromiso con la “regeneración democrática” que ha demandado en los últimos días. Es como si Sánchez continuase con su agenda vacía, al menos de los asuntos a los que con tanta vehemencia ha aludido él mismo, así como a otros muchos que aún tiene pendientes. La sensación es de preocupación. No basta con denunciar de manera reiterada la “máquina del fango”, sino que hay que poner encima de la mesa las cuestiones y problemas principales que aquejan a la democracia española y, sobre todo, plantear medidas y soluciones concretas para hacerles frente. De momento, y pese a que las derechas continúan en su único afán de derribar al Gobierno, han sido los socios de Sánchez quienes han venido haciendo propuestas sobre cuestiones básicas y fundamentales para comenzar ese proceso de regeneración, como la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), la reforma de la Ley de Secretos Oficiales o la de la ley mordaza y el abordaje del modelo de Estado. De momento, sin embargo, Sánchez continúa dando largas. El periodo electoral tanto en Catalunya como de cara a los comicios europeos no es el más propicio para los grandes acuerdos, pero sí para empezar a poner las bases para un nuevo tiempo político en el Estado.